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Soldadesca de fortuna, parlanchines sin remedio, amantes exóticas, melancólicos bufones, endemoniados más poseídos por el interés que por el diablo, adivinos emplazados a ser buenos si los adivinados eran pródigos y así un largo etcétera de pintorescas personalidades formaban parte de la corte que seguía a los reyes.
Se alojaban en las dependencias externas del Palacio Real. La corte milagrera que tan oportunamente retrató Valle-Inclán.
Esta es la galería exterior de uno de esos edificios.
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