martes, 6 de septiembre de 2016

Latidos salvajes.

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Vas a otra naturaleza buscando restaurar energías para afrontar la convivencia entre humanos, regresas añorando paisajes y evidencias, de inmediato, que con ella y poquito más te bastaría. Llamemos a esto, latidos salvajes.

martes, 19 de julio de 2016

Matojos

 

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Desde su ventana, cerrando los ojos, percibía la brisa de salitre. Necesitaba caminar sin acera entre un seto de arizónicas y una carretera frecuentada, cruzar una rotonda corroída de matojos y enfilar una avenida hasta donde la arena se esparcía formando una playa que, a esas horas tan tempranas, sólo ejercía su magnetismo en unas gaviotas.

Fue al punto exacto, se descalzó. Sus piernas estiradas en el preciso lugar donde expiraban las espumas. Se reclinó. Volvió a cerrar los ojos. A veces una ola estiraba la caricia fría hasta la cintura. Desde lo ajeno, vista por un asiático que abriera su tienda de artículos, por un barrendero o un corredor de primera hora, parecía una criatura expelida por las aguas abisales. Una verdad dócil de las profundidades, un misterio arrancado a las algas.

De vez en cuando entreabría los ojos y entre las pestañas, el vuelo de las aves dibujaba rasgaduras en el cielo aún sin sol. Así de manera irremediable, extrañamente sumisa, su mente dejaba de batir problemas y regresaba en calma con furtividad silenciosa.

jueves, 24 de marzo de 2016

Percherones

 

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Esparce el vino que tomo un aroma de sarmientos retorcidos, el despliegue volátil de un mundo vegetal que acogió el agua de las nubes, el tueste del sol, la amargura de las arcillas rojas. Imagino, de manera burda, que de esa manera la energía de la naturaleza revierte a mí pues nada se fuga para siempre, todo es un flujo en el que participamos como espectadores de ínfimas transiciones.

Soy sol, soy nube, soy el fragor del viento en la veleta. En estos días percherones me alivia saber que los átomos que me conforman, y que tan pulcramente degrado, provienen de estrellas, fueron parte de un cometa azul y un asteroide errante y soy, como ellos, un hijo más del tiempo.

viernes, 26 de febrero de 2016

Entronizar


Cada gota de ese manso rocío fija una corona a un brote apenas asomado, apenas espabilado, mientras a su lado se descompone un mundo anterior.