20.01.2018
Empinada la cuesta de enero, mirar el catálogo de fotografías es irse por las rutas de la sorpresa por la celeridad del tiempo fugándose. Sucede que la rapidez con la que se nos marcha es la misma con la que viene. Un minuto era para Aristóteles o para Alejandro Magno el mismo concentrado de segundos que para nosotros. ¿Cómo es eso posible? Dónde se nos derrocha, qué tenía aquella gente para esa intensidad.
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