La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda la copa prieta que ni cierzo fiero riza mientra el sauce llorón en el agua huidiza la cabellera tiende hundiéndola en la onda.
Van sus hojas de otoño del río en la ronda hacia el mar en que el río vencido agoniza y al llegar del invierno los cielos ceniza menea su manojo de varas sin fronda.
Déme Dios el vigor de la encina selvática que hurucanes respira en su copa robusta y del alma en el centro una rama fanática
con verdor de negrura perenne y adusta que no quiero del sauce la fronda simpática que á las aguas que pasan doblega su fusta.
Me dio facilidades, Rosa, muchas gracías.
ResponderEliminarLa encina y el sauce
ResponderEliminarLa inmoble encina al cielo inmoble alza redonda
la copa prieta que ni cierzo fiero riza
mientra el sauce llorón en el agua huidiza
la cabellera tiende hundiéndola en la onda.
Van sus hojas de otoño del río en la ronda
hacia el mar en que el río vencido agoniza
y al llegar del invierno los cielos ceniza
menea su manojo de varas sin fronda.
Déme Dios el vigor de la encina selvática
que hurucanes respira en su copa robusta
y del alma en el centro una rama fanática
con verdor de negrura perenne y adusta
que no quiero del sauce la fronda simpática
que á las aguas que pasan doblega su fusta.
Miguel de Unamuno
Preciosa foto, Pedro.