La mayoría de las fotos que se nos escapan sin querer valen poco. Otras dejan capturas bellas y desconcertantes como las de arriba. La primera se hizo al extraer la cámara del estuche y la segunda es una toma de un segundo en la que el trípode se movió.
Sin recurrir a la imaginación son esacasas las posibilidades que tenemos de ponernos en el otro punto de vista. En esta ocasión se trata de una cascada instantes antes de precipitarse. La vista menos conocida y espectacular. Me gustó el azul de las aguas.
Tal vez porque procedo de una tierra donde la piedra olvidó los murmullos del agua, donde los cauces se fueron ahondando cada vez más profundos o subterráneos, es por lo que me fascinan los lugares por donde corren manantiales, las umbrías frescas donde la vida se da como un proceso simple e incontenible.
---
Por cierto, torrentes como el de la imagen, unidos al frío, formaron las fotos que hace días puse en La tierra de los árboles.
Esta foto la tomo Nahuyaca. Me gusta mucho porque se capturó en el instante preciso en que la Gran Vía madrileña no tenía tráfico. Muy difícil, casi imposible volverlo a repetir.
La sabiduría animal les dice a estos patos el lugar adecuado para recibir los primeros rayos solares. No es habitual verlos salir del agua y acercarse tanto a la carretera (tomé la foto desde el auto) pero aliviarse el frío merece tomar ciertos riesgos.
Estos escaramujos silvestres fueron una vez rosas. Castigados por los fríos aún conservan la ajada belleza de lo que fueron.
Esta lumbre de poda de olivos hizo que el invierno no existiera. He pasado estos días navideños en mi pueblecito natal cerca de ella. Siempre me causó una misteriosa fascinación el fuego.
